domingo, 7 de mayo de 2017

Problemas Sociales de Honduras


 
Centroamérica es una región difícil, donde quizá se     encuentran los países con mayores desigualdades del mundo. Así lo atestiguan los datos de los informes     anuales que redacta el Consejo Centroamericano de Procuradores de Derechos Humanos (CCPDH). Y   Honduras no es una excepción. Desde su independencia como colonias españolas hasta día de hoy, gran parte de estas naciones han ido cambiando de gobierno en gobierno tras golpes militares o revueltas sociales, buscando la forma más justa -o eficaz- de llevar el país hacia adelante y luchando contra la influencia de los poderes internacionales, sumidos en sus propias guerras y defendiendo sus propios intereses.
En el caso de Honduras, esta endémica y convulsa situación política ha generado diversos problemas sociales, como el analfabetismo, derivado de su modelo productivo basado prácticamente en la agricultura y la ganadería, o la alta mortalidad infantil. Asimismo, las tasas de corrupción y delincuencia superan con creces la de cualquier país desarrollado. Según los últimos datos, cada día se cometen dos homicidios en el país hondureño. Los problemas sociales de Honduras son muchos y atajarlos no es tarea fácil.



                                                        Raíces de estos problemas

Las razones por las que tantas personas no pueden satisfacer sus necesidades fundamentales son complejas. Al ser esencialmente de naturaleza política, económica, estructural y social, se refuerzan por la ausencia de voluntad política y por la inadecuación de las medidas que toman los poderes públicos, especialmente en lo que toca a la explotación de los recursos locales.
Nuestro país ocupa la tercera posición entre los países con más inequidad económica de Latinoamérica, precedido únicamente por Haití y Colombia, según revela  el informe sobre Desarrollo Humano Honduras 2011, divulgado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

•El PNUD reveló que los hondureños opinan que “hay mucha inequidad en Honduras en diferentes ámbitos”, uno de los más trascendentes es la distribución de la tierra, pues el 86.3% de los adultos mayores consideran que no existe una adecuada distribución.

•Igualmente, otro de los temas que demuestra un mayor índice de inequidad es el acceso a empleos bien remunerados, con el 86%; el acceso a capital, bienes e inversiones un 85%, acceso a justicia, ,84.8%; ingreso, 84.1%; acceso a cargos de nivel político, 84.1%. •Otro de los factores de inequidad es el poco acceso a la educación de calidad, con un 81.8%; acceso a seguridad social o jubilaciones, 80.8%; acceso a servicios de salud, 80.6%; acceso a crédito, 79.7% y la participación en organizaciones sociales, comunitarias 75.5%.

De acuerdo con el informe, el coeficiente Gini, estadística utilizada para medir la inequidad e ingresos, para ese año fue de 0.58, lo que significa que en lugar de disminuir la inequidad económica en Honduras sigue aumentando.

En la conferencia de prensa, el representante residente del PNUD en Honduras, José Manuel Hermida, señaló la importancia de establecer una política pública que invierte en educación de forma suficiente y sostenida es la que logra revertir estos índices y romper ese ciclo de pobreza, caso contrario “esta inequidad -seguirá- polarizando los países de América Latina”.

El sociólogo Mario Posas, coordinador de la investigación puntualizó que “en la última década el índice Gini se ha reducido de 0.64, a 0.58 en este año”, lo que determina que la concentración de las inequidades persiste.
 
                                                       Distribución de tierras
                            ¿Cómo están distribuidas las tierras en Honduras?
 Cerca del 80% del territorio nacional es forestal. Es decir, para producción de madera. Del total de tierras cultivables, el 1% de los productores acapara la tercera parte de las tierras fértiles del país. Mientras 375 mil pequeños agricultores carecen de tierras para cultivar. Además, cerca del 75% de los productos agropecuarios nacionales que el país consume, lo producen las y los pequeños productores agrarios. Las grandes empresas agropecuarias producen para exportar, sin dejar mayores beneficios para el país.
El principal problema agrario del país es que unos pocos acaparan grandes extensiones de tierras de cultivo, muchas veces improductivas (latifundios), y las grandes mayorías de campesinos escarban retazos de metros de tierra (minifundios) para alimentar el mercado nacional.
Esta inmoral distribución y tenencia de la tierra es la expresión de la voluntad política de las élites que desgobernaron y desgobiernan el país. Todos los intentos de reforma agraria que priorizaba la redistribución de las tierras fueron sistemáticamente truncados.
En el siglo XVI, cuando la Corona española, mediante la Ley de Indias, reconoció el derecho a la tierra de los pueblos indígenas en el “nuevo mundo”, los usurpadores de estas tierras hicieron caso omiso de aquella Ley. Luego, con los procesos de “independencia”, en el siglo XIX, se abolió la esclavitud y se abogó por el derecho a la tierra de las y los campesinos e indígenas. Pero estas iniciativas también fueron truncadas por los nuevos patrones criollos y mestizos.
En los siglos XIX y XX hubo varios intentos de redistribución de las tierras. Muestra de ello fue la inconclusa reforma agraria de 1962 que definió el carácter colectivo de las tierras en manos de las y los campesinos. Pero esta reforma postergó la tecnificación, los mercados, el financiamiento, las redes camineras, etc. del agro. Entonces, el agro continuó postergado, y el campesinado, empobrecido.
Las condiciones de necesidad del campesinado fue capitalizado por los nuevos y viejos terratenientes, quienes, amparándose en la Ley de Modernización Agrícola de 1992, acopiaron las tierras. Convirtiendo a sus antiguos propietarios en peones sin tierra, o, en muchos casos, expulsándolos hacia las ciudades a suplicar limosnas.
 
La tenencia de la tierra y la erradicación de la pobreza extrema y del  hambre
El acceso seguro a la tierra y a los otros recursos naturales son un factor directo en la disminución del hambre y de la pobreza rural. El campesino rural sin tierra es, a menudo, la mejor indicación de la pobreza y del hambre: normalmente, los más pobres son los sin tierra o con poca tierra. Los derechos inadecuados del acceso a la tierra y a los otros recursos naturales, y la tenencia insegura de estos derechos, a menudo, genera pobreza extrema y hambre. Un mejor acceso puede permitir que una familia produzca comida para el propio consumo de la casa, así se ayuda a asegurar la seguridad alimentaria, y aumenta el ingreso de la casa produciendo un sobrante para la venta en el mercado. El acceso seguro a la tierra, a menudo, proporciona una valiosa red segura como una malla de protección, la comida y el ingreso en tiempos de dificultades.
 La tenencia de la tierra y el desarrollo sostenible de la ecología
La tenencia de la tierra, definida como el acceso y la seguridad de derechos a la tierra y a los otros recursos naturales, afecta a cómo los granjeros deciden aprovechar la tierra, y si ellos invierten en las bonificaciones de la tierra. Las impropias políticas de la tenencia de la tierra y el acceso injusto a la tierra y a los otros recursos naturales producen un exceso de cultivo y un exceso de pasto de las tierras marginales. Los buenos planes de la tenencia de la tierra promueven buenas prácticas del aprovechamiento de la tierra que mejoran el medioambiente. Si los campesinos gozan de una tenencia segura y pueden beneficiarse de sus inversiones, con gran probabilidad invertirán en mejoras para su tierra a través de medidas de protección de la tierra, plantando árboles y mejorando los pastos.
 
                                                ¿Tiene solución esta problemática?
Honduras continuará ahogándose en el empobrecimiento crónico mientras las tierras continúen en manos de unos pocos. El país es rural. El 54% de la población nacional (sobre) vive en el campo, pero el Estado sólo invierte el 2% del presupuesto general en el agro. Por eso es urgente emprender una verdadera transformación integral de este sector.
Los terratenientes tienen que comprender que, más temprano que tarde, la miseria y el minifundio terminarán obligando a los campesinos a avanzar sobre las grandes propiedades agrarias. Cuando el hambre apremia, no hay moral, ni Ley Antiterrorista que detenga el instinto de sobrevivencia. Esta es una evidencia socio antropológica. La paz social en Honduras está condiciona a la redistribución de la tierra.
 
 
 
 
 
 

 



 

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